Hacer famoso el fracaso
Hola, amigos del microscopio
A veces tengo ganas de abandonar. No siempre por cansancio real, sino por una ilusión que me susurra que nada de esto va a cuajar. Me descubro montándome películas que no existen: escenas perfectas, éxitos instantáneos, fracasos inevitables. Y mientras, las redes me aburren, la perfección en serie cansa y el contenido monótono también. Falta lo incómodo, lo que duele y nos hace crecer. Falta hacer famoso el fracaso.
No lo digo desde la amargura; lo digo desde el laboratorio de la vida real, donde el rigor convive con la intuición y el corazón. Tengo varios proyectos educativos-divulgativos que me apasionan y sueños que me sostienen en una realidad que asfixia. Pero también tengo momentos de soledad: esos en los que te sientes la única persona remando contra una corriente que premia el brillo por encima del fondo. En otros sectores veo a gente que lo consigue, y lejos de rendirme, pedaleo con más fuerza. Esa es, quizá, mi terquedad favorita: que jamás me rindo.
➤ 1) El espejismo del “todo perfecto”Las redes sociales han convertido la divulgación ( y casi cualquier oficio creativo) en un escaparate permanente. Un buen escaparate no es malo; el problema es cuando confundimos el brillo con el contenido. Cuando aceptamos la hipocresía de fingir que crear es fácil, que todo suma, que el tiempo no pesa, que el fracaso no existe. Eso es divulgación pobre: no por falta de luces, sino por falta de capas.
Yo no quiero contribuir a ese espejismo. Prefiero decir que hay días en que el guion no sale, que el experimento se contamina, que la idea brillante se queda en borrador. Prefiero decir que me equivoco y aprendo sobre ello. Porque el conocimiento no es una vitrina, es un taller.
➤ 2) La tentación de abandonarRendirse es tentador porque promete alivio inmediato. “Si me bajo ahora, dejo de sufrir”. Pero abandonar no siempre quita dolor; a veces solo lo cambia por otro: el de no haberlo intentado lo suficiente, el de traicionar la voz que te empuja a construir.
Me recuerdo a mí misma que dudar no invalida el camino; lo legitima. Nunca he conocido un proyecto valioso que no haya pasado por un valle de sombras: ¿gustará lo que hago? , ¿valgo suficiente?, ¿podré conseguir aquello que imagino? ... (inundo mi cabezas de cuestiones constantes) . Llegar es atravesar dudas, no esquivarlas.
➤ 3) Rigor y corazón: el doble motorMe propongo una regla sencilla: si no es riguroso, no va; si no me late en el pecho, tampoco. El rigor es el freno que evita el derrape; el corazón es el pedal que te hace avanzar cuando la cuesta aprieta. Juntos, equilibran.
Ser rigurosa no es ser fría: es respetar a quien te escucha. Hacerlo con el corazón no es improvisar: es recordar por qué empezaste. Cuando el contenido es honesto, la forma encuentra su sitio.
➤ 4) Hacer famoso el fracaso (de verdad)Decimos “normalicemos el error”, pero lo escondemos en ediciones perfectas o lo contamos una vez y pasamos página rápido. Hacer famoso el fracaso es otra cosa: es documentar el proceso, con sus fallos y sus iteraciones; es explicar qué aprendiste y cómo cambiaste el diseño; es enseñar el cuaderno de campo, no solo la conclusión pulida.
No glorifico tropezar por tropezar. Glorifico el método: probar, medir, ajustar. El fracaso deja de ser humillación cuando se convierte en dato.
➤ 5) Progreso que no cabe en un “like”Hay avances que no suben métricas, pero te cambian la vida. Escribir una página más del guion. Repetir una toma hasta que los conceptos respiren. Decir “no” a lo que te distrae. Reservar dos horas sin pantalla para pensar. Esos logros no son fotogénicos, pero sostienen proyectos enteros. Ahí un detrás en todo lo que haces, y solo tú eres dueño de saberlo. Que nadie jamás juzgue tu camino.
➤ 6) La soledad del camino (y su antídoto)Sí, a veces me siento sola. No por falta de gente a mi alrededor o por redes, sino por exceso de ruido. Suelo combatirla con tres decisiones:
✘ Comunidad selectiva: pocas voces, pero buenas. Personas que me digan la verdad, no lo que quiero oír: mi círculo más cercano.
✘ Mentoría cruzada: aprender de otros sectores me oxigena. La innovación, muchas veces, es un préstamo bien devuelto.
✘ Diario de proceso: escribir lo que hago y lo que siento me recuerda que avanzo, aunque no se vea. Tengo como un mini diario dónde veo mis avances, mis objetivos, lo que he conseguido, cómo puedo conseguirlo, cuándo no he conseguido algo...
➤ 7) Pedalear con propósitoCuando veo a gente de otros sectores lograrlo, me alegro y tomo nota y me pregunto: ¿qué de ese éxito puedo traducir a mi terreno? ¿qué experimento puedo replicar con mis variables?
El propósito no es un eslogan; es una brújula. Si el propósito está claro, el algoritmo se vuelve ruido de fondo.
➤ 8) El sueño concreto: congresos presenciales y escenarioSueño con congresos presenciales donde los técnicos tengamos voz, con un escenario al que subirme para divulgar ciencia con honestidad y rigor. No para posar, sino para conversar; no para improvisar, sino para compartir método; no para acumular egos y creerme mega guay, sino para tejer comunidad. Un lugar dónde saber que tu pasión e ilusión se comparte.
Y digo demasiado “no es posible”, porque lo veo algo muy lejano y siento que pocas personas me siguen... pero en el fondo de mi corazón sé que realmente quiero decir es: “Ahora mismo no sé cómo hacerlo posible, pero algún día lo lograré”. Esa diferencia importa. El “no” es una pared; el “cómo” es una puerta.
Próximamente, en el congreso de Ana, contaré por qué empecé en la divulgación. No para hacerme la heroína, sino para mostrar el recorrido completo: dudas, hallazgos, tropiezos y decisiones. Me encantaría que esa charla fuese el inicio de algo más: de una conversación sostenida con quienes sienten que la divulgación puede ser mejor, más honesta, más útil.
Quiero que ese “más” no sea una promesa vacía, sino un plan REAL:
• Más proceso y menos pose/postureo.
• Más contexto y menos titulares huecos.
• Más aprendizaje compartido y menos culto a la marca personal.
• Más puentes entre sectores y menos parcelas cerradas.
Voy a seguir aunque me dé miedo. El miedo es información, no sentencia. Publicaré lo que me represente igual que he estado haciendo hasta ahora, lo que sienta (sin métricas). Mostraré el antes y el después del proceso porque no hay meta sin camino. Cuidaré el rigor como se cuida una muestra. Celebraré el esfuerzo, el camino y el resultado. Y por último, haré preguntas y seguiré indagando el cómo hacer realidad mis sueños
Así, vuelvo a la pregunta guía y la reformulo para el día a día: ¿Qué microacción puedo hacer hoy que honre mi propósito, aunque nadie la vea? A veces es escribir tres párrafos. Otras, borrar diez. A veces es reconocer que necesito parar. Otras, es atreverme a pedir ayuda. Otras es llorar y otras es reír...
Cuando el mundo online se llena de espejos deformantes, prefiero regresar a mi mundo de conexión, Ahí, lejos del aplauso instantáneo, encuentro la verdad que quiero compartir.
No sé si todo lo que sueño se hará realidad. Sé algo mejor: voy a construirlo lo suficiente como para merecer que suceda. Y si no llega, habré dejado un rastro útil, honesto y replicable. Habré hecho famoso el fracaso y, con él, el método que nos permite aprender. Dejaré huella, os lo aseguro.
Nos vemos en nuevas "idas de ollas" y en el camino, llamado vida.